Los niños con altas capacidades brillan. Aunque no quieran. Y muchos de ellos son fácilmente reconocibles por el modo intenso, escrutador e inquieto con que lo miran todo.
Aprenden a leer y escribir muy pronto, presentan un desarrollo del lenguaje precoz y desde bien pequeños manifiestan una elevada capacidad cognitiva, una imaginación poderosa, una memoria excepcional y una insaciable curiosidad por todo aquello que les rodea.
A menudo, los padres se ven desbordados por el reclamo constante de sus “hijos brillantes”. Porque, aunque siempre encuentran algo que nutra su inquietud intelectual sin fin, los niños con altas capacidades también suelen demandar altísimas dosis de atención y afecto.
Paradójicamente, estos niños -que sorprenden a todos y todo el tiempo- suelen tener problemas de adaptación escolar debido a que su modo de aprendizaje es más intuitivo y menos formal. En clase van por delante. Tanto, que a veces se aburren, se “desconectan” y adquieren cierta distancia con el compromiso escolar.